HUELLAS MNÉNICAS

Al momento de pedirme que colaborara con un artículo en la sección “la huella del panda” me hizo recordar el verdadero significado que tiene la palabra huella, remontándome a su etimología proveniente del latín y el verbo hollar que se traduce como “pisar dejando una marca en el suelo” asocié inmediatamente una de las clases más significativas para mi dentro de la carrera.
Era octubre del 2015, el profesor se llamaba Jesús Rojas, nos impartía clase de teatro por la tarde con un octubre lluvioso encima, era un clima tenue con color grisáceo y el clásico olor a tierra mojada, en el primer día mencionó que no quería libretas, fuera plumas, fuera anotaciones, fuera todo lo que tenía que ver con el estar sentados cual robots escuchando palabrerías de una diapositiva. Recuerdo que fue un Jueves el día que mi vida cambiaría de anteojos, el día que mi perspectiva evolucionaría y daría salto a una consciencia más amplia y más profunda, se trataba de un tema que siempre habíamos sabido pero jamás habíamos recordado, cuando uno es humano y cree tener toda la vida en orden sin ningún problema nunca te pones a pensar en realmente quién es el que deja la huella; tú o la vida misma, quién es el que camina sobre quién, en ese momento reflexioné y me pregunté; ¿Soy yo quién camina por la vida o la vida es la que camina sobre mí? Sin duda eran tiempos felices para mí, tenía a mi familia por fin estable, tenía un buen trabajo y una buena novia que siempre prestaba su hemisferio derecho del cerebro para escucharme, indudablemente era feliz, pero como diría la Rayuela de Julio Cortázar; “vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos” y aquel día, la tormenta era inevitable e infalible ante mi endeble mirada hacia el pasado.
El profesor dijo que nos sentáramos en otros lugares y si fuera posible en el piso lo hiciéramos, que tomáramos toda la libertad posible dentro del aula para sentirnos más cómodos, elegí sentarme en el piso por supuesto, junto a la butaca más abandonada del lado derecho del salón (el lado dónde se encuentra la puerta), las ventanas cerradas, abrigados, callados, expectantes a lo que iba a pasar, de pronto pronunció las palabras mágicas; ¿Qué son las huellas mnémicas?, preguntó y contestamos dentro de una sarta de tonterías y otras más que se asemejaban a respuestas como; “Es lo que voy dejando cuando piso las hojas de un árbol o cuando algo que pisas se te olvida, etcétera”.
Tomaba aire para explicarnos que cada quién es dueño de sus propias circunstancias, que las huellas mnémicas no eran más que esos acontecimientos de nuestra vida que nos han dejado marcado para toda la vida y que incluso gracias a esa huella estamos inmersos en problemas actuales como zona de confort, objetivos de vida, manera de expresión y nuestra total comunicación. Pareciera una broma cuando un sujeto calvo y con barba te dice que gracias a un dolor pasado, tu corazón ha dejado de funcionar correctamente y te has creado un mundo fantasioso donde sólo habitas tú, tú y tú, pero al pasar de la clase lo iba aterrizando más claro y profundo, mientras nos hacía escribir a nuestro yo del pasado reclamando y reprochando el porqué de cada situación, sin duda estaba acostumbrado a reclamarle a otras personas, a mi madre, padre, amigos, pero nunca a mí mismo, fue entonces que metaforizó la mecánica del corazón como un reloj, el cual tiene mecanismos muy diminutos que ni siquiera sabemos que existen, tan pequeños que el estorbo de nuestras ambiciones y pensamientos ególatras nos impiden ver, como ese paño que le ocurre a los anteojos cada que te acercas la taza de chocolate caliente al rostro tomando por sorbetes pequeños para no quemarte.
Así fue de absurdo el momento aquel, las ventanas lagrimeando el color de las nubes, desconociendo a todos a mi alrededor, fue un momento de palidez emocional, mi corazón estaba desnudo ante los ojos de todos, y sobre todo ante los míos, jamás me había percatado que una huella queda marcada para siempre y no permite a ese reloj caminar a la hora correcta, cuando un engrane falla por muy diminuto que sea, la hora es imperfecta, el reloj simplemente no funciona.
Y así funcionan las huellas mnémicas, son ese impacto de nuestro pasado que nos afectó y nos va afectando conforme pasan los años, ese engrane chueco desengrasado que impide al segundero ir marcando el paso. Es una fase de auto reconocimiento, crítica y aceptación, una catarsis infinita que nos abre los ojos hacia una realidad distinta, una en la que no sólo soy yo, somos todos, respiramos del mismo aire y somos humanos en busca de un afán de trascendencia.
Este artículo es una invitación a buscar nuestras huellas mnémicas, ese algo o ese alguien que marcó nuestro pasado y nos impide salir de nuestra zona de confort o quizá encontrar nuestro objetivo en esta vida y construir una conciencia dónde tienes que darte cuenta que cualquier acción personal siempre termina afectando la vida de los demás y que nuestra mayor virtud como seres humanos es la imperfección, esa oportunidad de corregir nuestra obra y colaborar con la de las demás, somos autores de nuestra vida pero no hay historias que contar sin la vida de los demás.









